Fuese cual fuese el escenario y sin descartar ambos, los protagonistas no cambian: de un lado dos portugueses entusiasmados con lo que pretendían hacer en su país y del otro un sueco pragmático que abogaba por la cooperación y el respeto a la propiedad privada para alcanzar unos objetivos que satisficieran al conjunto de la sociedad.
Constatar lo que acontece estos días en España es como si no hubiese pasado agua bajo los puentes; escuchar a los comunistas del Gobierno de Pedro Sánchez Pérez-Castejón es retroceder en la historia, y comprobar la demagogia que elabora la factoría Redondo y recita el mentiroso de Moncloa, es llorar.
Palme y su socialdemocracia nórdica bebieron de las fuentes calvinistas que calmaron la sed de Abraham Lincoln, decimosexto presidente de los Estados Unidos de América, cuando escribió: “No puedes ayudar a los pobres destruyendo a los ricos. No puedes fortalecer al débil debilitando al fuerte. No se puede lograr la prosperidad desalentando el ahorro. No se puede levantar al asalariado destruyendo a quien le contrata. No se puede promover la fraternidad del hombre incitando el odio de clases. No se puede formar el carácter y el valor mediante la eliminación de la iniciativa e independencia de las personas. No se puede ayudar a las personas de forma permanente haciendo por ellos lo que ellos pueden y deben hacer por si mismos".
En España, desde el Imperio y a causa del enorme peso de la Iglesia católica, la riqueza siempre ha sido demonizada desde los púlpitos. Crítica que llega a nuestros días y que siguen atizando sin decoro desde distintas instancias, incluida la del Papa Francisco, que ha subrayado que “la riqueza deshonesta es el dinero, el estiércol del diablo”. Como buen argentino, Bergoglio sabe que su país sufre un mal que parece incurable: prefiere la pobreza.
¿Le suena esto? Siempre he mantenido que a España le han faltado chorros de calvinismo con los que hacer frente a tanto catolicismo a machamartillo. Y no es casualidad que la mayoría de los países que se adhirieron a la reforma de Calvino se convirtieran en los más desarrollados del capitalismo moderno. Las corrientes de pensamiento y la filosofía del razonamiento de Calvino nos ponen frente a un hombre que debe generar dinero. Y esto se advierte en su Tratado de Deuteronomio, donde insta a sus predicadores el mercantilismo y el manejo de los intereses del tráfico del mundo.
Max Weber, Werner Sombart, Ernst Troettsch o Williams Ashely no dudaron en establecer la ecuación Puritanismo=Capitalismo, y Adam Smith, en La riqueza de las naciones, lo señala con meridiana claridad, como recogió en una Tercera de ABC el escritor Miguel Porta Perales: “No hemos de esperar que nuestra comida provenga de la benevolencia del carnicero, ni del cervecero, ni del panadero, sino de su propio interés. No apelemos a su humanitarismo, sino a su amor propio“.
Hay que sentirme orgulloso del éxito económico que es producto del trabajo individual y honesto, y con el que se benefician tanto los que intervienen en su génesis como los que participan después en la cadena de valor. De esta idea participa el sacerdote norteamericano Robert Sirico, presidente del Instituto Acton, para quien en una sociedad libre el libre mercado permite la prosperidad y hace más por los pobres que en un Estado comunista. “La dignidad de la persona humana, en su expresión económica, será más respetada en una sociedad que permite el libre funcionamiento de los mercados. Una sociedad socialista debilita el derecho de propiedad y entorpece la capacidad de cada persona para desarrollar sus iniciativas libremente”, declara en Alfa y Omega del 20 de febrero·
A juzgar por las declaraciones y actos de los comunistas de Unidas Podemos/Izquierda Unida, de muchos argentinos de sus filas y de algunos del nuevo PSOE que nos gobierna, entre una sociedad sin ricos y una sociedad sin pobres siempre eligen la primera. Y sin saberlo y pese a las capillas que algunas profanan están más cerca de Bergoglio que de lo que
ellos creen. Como dijo Joaquín Leguina Herrán de muchas ONG: quien vive de los pobres necesita que haya más pobres porque así aumentan sus clientes. Que es lo mismo que ahora ha declarado en ABC el empresario y sacerdote, Premio Derechos Humanos Rey de España, Alvaro Ramos: “Los pobres dan de comer a mucha gente en la industria de las ONG”.
JORGE DEL CORRAL Y DÍEZ DEL CORRAL
PD: en el año 2000, con 40.665.545 habitantes, en España había 172.000 ricos, según Credit Suisse, que los considera a partir de 1 millón de euros de patrimonio líquido (dinero contante y sonante). En 2020, con algo más de 47 millones, hay 979.000: 20.829,7872 ricos por millón de habitantes. Aún nos queda mucho para cumplir el sueño de Palme.