Cuando pensamos en La Moraleja, pensamos en lago de Popurri, en los parques de Azalea, o en los árboles que flanquean paseo de Alcobendas. Sin duda, pensamos en una urbanización que a través de los años ha vivido en armonía con la naturaleza. Sin embargo, esta armonía se ha ido deteriorando ante la pasividad de las autoridades municipales.
Según la normativa existente, los cerramientos “se realizarán con fábrica de hasta 1 m. de altura, y el resto hasta 2,5 m. con malla o reja metálica y seto verde”. Desde hace un tiempo, pasear por determinadas calles del barrio puede resultar agresivo a la vista, pues se han estado construyendo cerramientos que claramente incumplen la normativa y le dan a la urbanización un aspecto más bien de correccional que de barrio residencial. Estos cerramientos se han levantado, infringiendo el reglamento y con la pasividad del ayuntamiento. Se han argumentado motivos de seguridad, lo cual es muy discutible dado que hay muchas otras formas más eficaces de solucionar ese problema sin dañar el entorno. En realidad, el tema de la seguridad es tan sólo una excusa. Con estas vallas agresivas las parcelas se convierten en fortalezas privadas, que no muestran ningún respeto por el conjunto de la urbanización.
De acuerdo a la Directora de Servicio de Licencias, "El Nuevo Plan General" prevé cambiar la norma. ¿Se ha consultado a los vecinos si quieren una urbanización de cerramientos opacos y hostiles al entorno? ¿O esto se hará de escondidas para cubrir a los infractores?
Si el ayuntamiento está de acuerdo con esta nueva forma de cerramientos, debería primero consultar a los vecinos. Pero mientras no se cambie la norma es su deber y obligación cumplir y hacer cumplir la ley.