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Real Madrid. 20º Aniversario de su muerte

Juan Gómez, "Juanito", hasta la misma médula

miércoles 04 de junio de 2014, 13:55h
Juan Gómez, "Juanito", hasta la misma médula
El mito blanco achacaba la pasión por su club "a la incompresión de los demás". "He regado más que todos los jardineros de Madrid", decía de su vida.

Quiso ser ultrasur, de la rama no violenta, esa que nunca existió. También tuvo aromas de torero, aunque fuera de capea con becerras. Eran los imposibles de Juanito, un genio que vivió rápido y murió mientras dormía, en un accidente del que ahora se cumplen 20 años. Esa tragedia prematura lo elevó definitivamente a los altares del madridismo, que en vida le discutió como sólo se discute a los genios. Juanito, artista y pendenciero, compendió lo que antes había sido Di Stéfano y lo que más tarde fue Raúl: la casta, el espíritu de lucha, la pelea. La esencia del Real Madrid.
Una década

Transcurrieron diez años desde el primer gol al Dukla de Praga en el Teresa Herrera hasta el último, ante el Nástic de Tarragona: 474 partidos, 121 goles, cinco Ligas, dos Copas y dos Copas de la UEFA en el Madrid. En los inicios aprendió con Pirri y Benito, aunque intimaba más con tipos de su generación como Santillana o Camacho. Con Stielike, pocas bromas. A base de garra llegaron a una final de la Copa de Europa en 1981. Luego, surgió el talento de la Quinta del Buitre y hubo que ceder el paso. En la memoria resisten varias imágenes, aunque quizá ninguna como su alegría incontenida tras la remontada ante el Borussia Mönchengladbach. Una reacción que ningún madridista puede contemplar sin escalofrío.
De Fuengirola al cielo

Hijo de albañil, criado en la pandilla, viajó de Fuengirola a la capital con apenas 15 años. El Atlético le pagaba una habitación debajo de un burdel y Juan respondió con dos goles a los de blanco en un derbi de juveniles. Era un extremo derecho con ese regate que sólo da el barrio pobre. Su estatura era hija del subdesarrollo y el canon poco proporcionado le hizo ganarse el mote de Cabezón. Se frotaban las manos en el Manzanares hasta que el chico se partió la tibia y el peroné en un amistoso ante el Benfica. Ahí llegaron las dudas, el exilio a Burgos, entonces en Segunda. Dos años más tarde, en 1977, llegaron las ofertas de Barcelona y Real Madrid. Agustí Montal, presidente en el Camp Nou, se puso serio. A Bernabéu no le gustaba su cara de pillo, pero tras consultar con Luis Molowny, finalmente pagó 27 millones de pesetas a su amigo Martínez Laredo. "Llegar a esta casa era como tocar el cielo", dijo entonces.


Las mujeres
En la cima del éxito, sobraba el tiempo por la noche. Las copas, en el Lancaster, local de la Castellana donde hasta se acercaba el hoy tan comedido Vicente del Bosque. "He regado más que todos los jardineros de Madrid", comentaba el ídolo, no sin cierta sorna. José Luis Núñez, por meter el dedo en la llaga, dijo que las "embarazaba por las esquinas" y perdió un pleito por ello. Quizá el capítulo más escandaloso se vivió en Milán, en abril de 1985, tras perder 2-0 ante el Inter, cuando le sorprendieron en la habitación junto a unas señoritas. A su lado, Lozano y Butragueño. Tampoco demasiado lejos, Valdano. En total, 400.000 pesetas de multa y más chismorreos en la prensa rosa, que recordaba su matrimonio con Carmen Mira. Un divorcio más tarde, en 1986 contrajo matrimonio civil con Fernanda Encinas, Feiny, quizá el amor de su vida, nunca aceptado por su madre.
Arte y pellizco

Una pasión casi tan fuerte como el fútbol, tanto que hasta se llegó a vestir de luces en Fuengirola, donde paseó una oreja. Arte y pellizco con el balón, con la muleta y con la lengua. "Amancio ha convocado a Lozano porque necesita un intérprete", dijo de su entrenador antes de un partido ante el Anderlecht en Bruselas. Frecuentaba capeas y presumía de temple. En 1987 se escapó a Colmenar sin permiso del club y luego enseñó el vídeo de sus naturales a la becerra en el autobús del equipo: 200.000 pesetas por la capea y 100.000 más por la broma. Apenas unas semanas después, para hacer las paces con Matthäus, le regaló un capote. Así que tuvo que ser su amigo Curro Romero, en junio de 1989, quien le cortara la coleta en un homenaje en La Rosaleda.
30 segundos

Todo iba bien hasta que de vez en cuando ese cable suelto lo echaba todo a perder. Desde la batalla de Belgrado, en 1977, cuando una botella le abrió la cabeza por provocar al público, hasta el pisotón a Matthäus, que aceleró su salida del Madrid. "He perdido muchas cosas en menos de 30 segundos, pero la vida es así", dijo entonces. "Desde crío he tenido reacciones incontroladas y no puedo explicarlo", admitía intentando explicar esa rebelión contra las injusticias. Las disculpas, casi inmediatas, nunca sirvieron ante la UEFA. En 1978 le castigaron con dos años por intentar agredir a un árbitro en Zúrich. En 1987, con cinco más por reincidente tras la citada agresión en el Olímpico de Múnich. Más información, en www.elmundo.es

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